11 de Septiembre de 2001: Cuando Arten y Pursah se me aparecieron por primera vez nueve años antes, yo estaba en guerra. Ahora yo estaba en paz la mayor parte del tiempo y los Estados Unidos estaban en guerra.
En este día, el World Trade Center, el Pentágono y cuatro aviones de pasajeros se convirtieron en el blanco de los terroristas, destruyéndolos todos excepto el Pentágono, que quedó seriamente averiado. Miles de civiles desarmados fueron asesinados, y el pueblo americano, a excepción de una pequeña minoría, no estaba en un estado mental propicio para ningún tipo de perdón.
Era un nuevo tipo de guerra para un mundo más complejo. El guión del ego ya no pedía guerras contra un enemigo visible y claramente definido. Sería mucho más pavoroso tener continuamente enemigos que apenas podían ser vistos o detectados, que no obedecían ninguna de las "reglas" de la guerra y que creían fanáticamente que era deseo de Dios que mataran americanos. ¿Cómo podía "acabar" realmente una guerra de este tipo?
Aquel martes por la mañana, junto con millones de otros ciudadanos, miré envuelto en un silencio perplejo las imágenes televisivas que mostraron en directo el colapso de la segunda torre del World Trade Center. Las tomas combinadas del ataque produjeron algunas de las imágenes más terribles jamás vistas; imágenes que, aunque el público no se diera cuenta, simbolizaban la separación de Dios, la pérdida del Cielo y la caída del hombre. A nivel de la forma, el loco sistema de pensamiento del ego estaba siendo arrastrado a un extremo ilógico. Los que habían sido verdugos en esta vida sin duda serían víctimas en otra.
Mientras veía la terrible catástrofe y sus resultados, casi lloré al visualizar la horrorosa pesadilla que sin duda estaban viviendo quienes estaban en y alrededor de los edificios. Entonces, en un milagro nacido del hábito, pedí ayuda a J. Casi instantáneamente vinieron a mi mente un par de pensamientos que había leído muchas veces al principio del Curso, pero que sólo me pareció apropiado aplicar en aquellos terribles momentos.
No hay grados de dificultad en los milagros. No hay ninguno que sea más "difícil" o más "grande" que otro. (ACIM: T3)
Al unirme a J, casi me sentí avergonzado durante un minuto por sentirme mejor ante lo que parecía estar ocurriendo. ¿Podía ser verdaderamente así de simple? ¿Podía negar la capacidad de afectarme de cualquier cosa que no fuera Dios? ¿Era cierto que no había una jerarquía de ilusiones, incluyendo cualquier tipo de muerte? ¿Podía dedicarme sinceramente a mantenerme vigilante únicamente hacia Dios y Su Reino? ¿Eran todas las imágenes del mundo tan solo tentaciones diseñadas para persuadirme de que yo era un cuerpo, de modo que juzgara a los demás y mantuviera intacta mi culpabilidad inconsciente, mi onírico ciclo de encarnación y mi ego? ¿Era realmente el perdón del Espíritu Santo la vía de salida que conducía a la paz de Dios, a mi retorno al Cielo y a la desaparición del universo?
Finalmente supe con seguridad que la respuesta a todas estas preguntas era sí. Aunque a veces me sentí mal a lo largo de los días siguientes, también sabía que mis sentimientos no eran nada en comparación con lo que hubieran sido de no haber tenido a J y su Curso. Eso no significaba que no sería conveniente actuar ante una crisis como ésta. No obstante, hasta donde yo podía determinar, el ego había preparado una situación en la que no habría ganador.
Si los Estados Unidos no emprendían ninguna acción militar, eso no disuadiría a los psicópatas, y probablemente les animaría, como ocurrió en el caso de Hitler. Si Estados Unidos emprendía una acción militar, lo cual parecía inevitable, probablemente se producirían nuevos ataques terroristas y asesinatos, aunque la acción militar tuviera éxito. ¿Quién sabía cuándo podrían llegar estos ataques? Habían transcurrido ocho años entre los dos ataques al World Trade Center. ¿Cuántos años más estarían los terroristas dispuestos a esperar para volver a golpear dentro de Estados Unidos? América podía responder y ser atacada, o no responder y, aún así, ser atacada, y podía ocurrir en cualquier momento, en el futuro distante o no tan distante. Éste era un dilema al que no le veía una salida fácil. Como era habitual en el guión del ego, la trama podía resumirse con la frase: "Mal si haces y mal si no haces".
En cualquier caso, mi trabajo era perdonar, y decidí dejar las decisiones respecto a qué debía hacer el país en manos de los políticos. Ése era su trabajo porque así lo habían querido, y no es que ellos no pudieran practicar el perdón en cualquier situación si aprendieran cómo hacerlo. Yo daría dinero, donaría sangre y daría mi perdón. Era posible hacer esas cosas sin venganza en mi corazón, sin ira, juicio ni culpa. Sin importar lo que pareciera ocurrir, siempre recordaría que los ataques contra América sólo probaban que este mundo no es el mundo de Dios, y que nadie en su sano juicio vendría aquí, excepto a enseñar a la forma de marcharse. Por otra parte, aquí podía tener un sueño feliz de perdón; el sueño que me conduciría al mundo real.
También me sentía muy agradecido de que Arten y Pursah me hubieran prometido una visita más al final del año; quería comentar esta inesperada situación con ellos. Sin embargo, ¿no sabía yo ya lo que me dirían? Casi podía oír a Pursah: "Todos los milagros son iguales, Gary, ya sea que quieras creerlo o no. ¿Y si no perdonan los estudiantes del Curso, quién lo hará?"...
El 21 de diciembre, Arten y Pursah se presentaron para el último de los encuentros que teníamos acordados.
Pursah: Hola, mi querido hermano. Eso es lo que te llamé la primera vez que te vi, ¿recuerdas? Nos sentimos felices de verte, pero sabemos que ha sido una época dura en los Estados Unidos. ¿Cómo estás? Gary: Teniendo en cuanta todo lo ocurrido, estoy muy bien. Siendo agente de cambio y bolsa, me identifiqué con algunas personas de las empresas de correduría del World Trade Center. Muchas de ellas no pudieron salir. Sé que todos elegimos el guión, pero no a este nivel. Ha sido una experiencia terrible para muchas familias, y esto ha hecho que los americanos se sientan menos seguros, al menos temporalmente. Como estoy seguro de que sabéis, aproximadamente una semana después de los ataques fui con mi hermano, que había venido de Florida, a ver a los Medias Rojas en el estadio de Fenway. Era nuestro modo de decir que los terroristas no iban a afectar nuestras vidas. Una de las cosas que me hizo sentirme muy bien es que, durante la séptima entrada, cuando la mayoría de los aficionados nos levantábamos y abucheábamos a los yanquis, esta vez nos pusimos de pie y cantamos "Nueva York, Nueva York"; fue nuestro modo de dar nuestro apoyo a la gente de la Gran Manzana. Fue un gesto muy conmovedor para todos los que estuvimos allí. Pursah: Sí. Un modo de unirse. Mucha gente en Nueva York pudo oírlo y apreciarlo. Debo decir que hiciste un buen trabajo de perdón el día de los ataques. Gary: Estaba intentando poner en orden algunas partes de nuestro libro y no tenía la televisión encendida. Cuando empecé a verla, tardaron un rato en poder explicar lo que estaba ocurriendo. Cuando dijeron que una de las torres gemelas había caído y yo no podía creerlo. Pensé que debía haber un error. No podía haber caído una torre tan inmensa... Cuando cayó la segunda torre, me sentí casi perdido. Arten: Pero recordaste a J. Gary: Sí; eso no falla nunca. En cuanto me acordé de él, la separación acabó; nunca había ocurrido. Sin embargo, en una situación así, puede parecer un poco inapropiado dejar de ser compasivo con las víctimas. Arten: Por supuesto. Como sabes, no tenemos nada en contra de hacer lo apropiado. Aún puedes seguir identificándote con ellos como Cristo, no hay diferencia entre sentirse mal y sentirse culpable. Una leve incomodidad no es diferente de una rabia o una pena extremas. Eres tú quien ha inventado la idea de los niveles. El recuerdo de la verdad puede aportarte paz, independientemente del suceso o de la persona que están siendo perdonados. Mientras recuerdes la verdad, estás haciendo tu trabajo. A veces el sueño puede parecer agradable, pero, de repente, sin previo aviso, se convierte en una pesadilla. Eso es una re-escenificación de la separación de Dios. Sin embargo, ni el mal ni el bien que parecieron precederla son verdad. Tal como el Curso te recuerda,
Los cuentos de hadas pueden ser placenteros o atemorizantes, pero nadie cree que sean verdad. Tal vez los niños crean en ellos, y así, por algún tiempo, son verdad para ellos. Mas cuando la realidad alborea, las fantasías desaparecen. En el ínterin, no obstante, la realidad no había desaparecido. (ACIM: T170)
Pursah: Asegúrate de seguir perdonando independientemente de lo que parezca ocurrir. Estás ante la tentación de considerarte un cuerpo; en primer lugar, reaccionando como una persona frente las tragedias ocurridas el 11 de septiembre, y después identificándote como americano y respondiendo como tal. Ningún buen americano va a quedarse cruzado de brazos ante algo así, ¿cierto? Entonces allí te quedas, en el mismo círculo vicioso de siempre... a menos que perdones. Si algunas personas creen que sería equivocado perdonar algo así y mostrar amor en lugar de miedo, tal vez deberían recordar que los locos que cometieron esos actos no los habrían realizado si alguien se hubiera tomado el tiempo de enseñarles a perdonar...